ROL DEL CIUDADANO
Para explicar el rol del ciudadano en la gestión de la sociedad, podríamos hacer un paralelo con el rol del accionista o dueño de una empresa privada. En el caso del accionista de una empresa, su poder de decisión (su voto en la Junta de Accionistas) y los beneficios de los resultados de la gestión empresarial (utilidades) está en función del valor de sus acciones. Mientras que en la sociedad, cada ciudadano tiene un voto cualquiera que sea su posición económica o social; y los resultados de la gestión de la sociedad (rentabilidad) debe beneficiar a todos los integrantes de la sociedad sin ninguna exclusión. En la gestión de la sociedad, el fin principal debe ser el desarrollo integral del ser humano como persona individual y solidaria. Los recursos materiales deben ser utilizados como medios para lograr dicho fin, y los resultados económicos vendrán por añadidura.
En el caso de la empresa privada, se puede observar en el nivel más alto de su organigrama, la Junta de Accionistas, a través de la cual los accionistas vigilan que la empresa sea rentable y crezca, asegurando así su competitividad y permanencia en el mercado en el mediano y largo plazo. En la estructura del Estado, tratándose de la sociedad peruana, no existe una entidad equivalente a dicha Junta que agrupe a los ciudadanos electores y que vigile a las autoridades elegidas por ellos.
No todos los millones de ciudadanos electores están capacitados para asumir la responsabilidad que implica el rol de accionista, sea como estrategas o líderes éticos en sus respectivos ámbitos geográficos o temáticos. Se trata entonces de integrar a los ciudadanos emprendedores de buena voluntad, conformando redes de grupos cívicos equivalentes a las juntas de accionistas del sector privado, a nivel de cada pueblo, distrito, provincia, región; y también según los diferentes temas pertinentes a las distintas áreas e instituciones de la gestión pública. La tarea principal de los ciudadanos organizados en dichos grupos cívicos es la de proporcionar un apoyo vigilante y permanente a las autoridades elegidas y a todas las entidades públicas. Dicho apoyo vigilante estará centrado en lo que concierne a la práctica de valores éticos en todo el proceso de la gestión pública en todos los niveles y ámbitos del gobierno. Sin ética no se puede hacer un buen planeamiento estratégico, no puede haber democracia, no puede haber bien para todos, no puede haber justicia. Sin ética dejamos el campo libre a la corrupción, que viene a ser una de las causas principales de nuestro subdesarrollo. Los valores éticos como valores espirituales son los verdaderos jefes a los que hay que obedecer para lograr la salud y el desarrollo del ser humano en todas sus dimensiones.